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viernes, 1 de julio de 2011

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha


Tal vez parezca un poco absurdo que me ponga ahora a hablar del Quijote, uno de los libros de los que aparentemente ya se ha dicho todo. Pero es que soy fan. No puedo evitarlo, es si no el mejor, uno de los mejores libros que he leído en mi vida, porque sí, lo he leído y tengo intención de leerlo de nuevo. Hago una reflexión sobre esto porque el Quijote es junto a La Biblia y el Ulises de Joyce uno de los tres libros que todo el mundo cita y casi nadie ha leído en realidad. No voy a extenderme en contar lo que todo el mundo cuenta del Quijote, sólo expondré lo que supuso para mí. Para empezar, diré que el que diga que Don Quijote está loco y Sancho cuerdo, miente como un bellaco. Sancho está como una cabra, pero como es pobre no puede permitirse ciertas excentricidades, padece, por decir algo, una locura pragmática. De lo contrario, no creería las fantasías de su amo, porque una cosa es seguirle la corriente a un loco, pero Sancho le cree. El libro despertó en mí la ilusión de arreglar el mundo, aunque, todo hay que decirlo eso no es demasiado difícil, siempre he sido un poco fiel espada triunfadora. La primera parte me divirtió mucho, iban por ahí a correr sus aventuras y, aunque salían apaleados, eran felices e inconscientes de la realidad y, en su ignoracia, culpaban de sus desgracias a los infames encantadores que los acosaban para ponerles trabas a sus elevadas empresas . La segunda, en cambio, me produjo una infinita tristeza, porque aunque los apalean igual, ellos se dan cuenta de que están siendo objeto de vejación y sufren, y tu sufres con ellos, y te dan ganas de arremeter contra todos los que los humillan. Y al final estás deseando que Don Quijote se reponga para poder ir con ellos a pasear cabras y escribir poesías a las lindas pastoras, que no son otras que Teresa Panza y Aldonza Lorenzo.

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